El láser genera unos rayos de luz especiales, capaces de interactuar con los tejidos para tratar los problemas de tu boca y de tus dientes con una acción simultánea de bioestimulación que acelera y mejora la calidad de cicatrización.
El láser se emplea en muchos hábitos de la medicina: en oftalmología (lo más extendido), en odontología y en neurocirugía robótica (lo más avanzado). ¿Por qué? Porque una terapia con láser garantiza la reducción de dolor intra y post-operatorio, una cicatrización más rápida, y un resultado final sin traumas y sin estrés.
El láser permite efectuar tratamientos únicos con precisión y rapidez. Es eficaz en caso de hipersensibilidad (calor y frío), herpes, aftas y angiomas.
La tecnología láser es particularmente indicada en los tratamientos para niños. Además, permite trabajar los tejidos duros y tratar, por ejemplo, la caries sin anestesia y en total ausencia de vibración y ruido.
Entre los diferentes usos más comunes del láser, podemos encontrar:
- Hipersensibilidad dental: permite el sellado del túbulo dentinario, y así reducir la sensibilidad.
- Enfermedad periodontal: permite reducir la presencia de microorganismos en las bolsas periodontales y eliminar el epitelio del interior de las mismas.
- La caries dental: en estos tratamientos se utiliza el láser para eliminar la caries del diente y preparar el esmalte para recibir el relleno. Siempre y cuando se trate de cavidades pequeñas.
- Blanqueamiento: se utiliza para acelerar los procedimientos de blanqueamiento. Una solución de blanqueo con peróxido se activa con el láser para que el tratamiento sea más rápido.
- Heridas: permite evitar el sangrado por su actividad cauterizante, lo que facilita la cicatrización y, por tanto, reduce el riesgo de infecciones.
- Extirpación de lesiones: el láser puede servir para extirpar lesiones y aliviar el dolor de las aftas dolorosas.
- Dolor orofacial y disfunción de la articulación temporomandibular: reduce el dolor muscular al estimular la producción de los opioides endógenos.